La terapia con Yodo Radioactivo (I-131)

Cuando te dicen que te van a dar una pastilla y que te vas a volver “súper radioactiva” a nivel de no poder salir a la calle y tener que estar encerrada en un búnker en el subsuelo de un hospital durante 48h, lo primero que se te pasa por la cabeza es… ¿Perdona?

¿Cómo una simple cápsula diminuta puede hacer algo así? ¿Qué voy a hacer metida en una habitación sola tanto tiempo? ¿Cuándo podré ver a mis bebés? ¿Brillaré en la oscuridad? ¿Y cómo van a traerme la comida las enfermeras? ¿Podré meter comida rica para no tener que comer la basura que te dan en el hospital? Y si me da algo en la habitación, ¿alguien entrará a socorrerme o me van a dejar tirada ahí? Y lo más importante… ¿habrá wi fi?

Podría tirarme así todo el día. La cabeza se me puso a 1.000 por hora y solo me venían a la mente preguntas y más preguntas.

Recuerdo cuando a mi madre le daban el yodo. Una de las veces me dio una pena terrible porque me contó que no tenía ninguna ventana en la habitación y que para saber si era de día o de noche se encendía la luz en un cuadro. ¿Sería para mi igual, 15 años más tarde? La respuesta es sí. No ha cambiado nada de nada. De hecho, yo creo que hasta el cuadro feo de la habitación sigue siendo el mismo.

Después del ataque inicial de preguntas sin respuestas y de recuerdos de mi infancia pensé dos cosas:

  1. Por fin voy a dormir una noche entera después de varios meses de bebés. Ni tan mal.
  2. Tengo que encontrar a alguien que me aclare todas mis preguntas.

Porque es fundamental saber a qué te expones, anticipar. Poder empezar a gestionar el aluvión de pensamientos y sensaciones que te va a provocar pasar por este tratamiento tanto a nivel físico como mental. Y lamento decir que nadie en el hospital me daba esa información, porque creo que ellos consideran que tampoco es tan importante. Pero sí que lo es.

Afortunadamente para mi, la hermana de una gran amiga mía había pasado por lo mismo un año antes y tuvo la paciencia de ir contestando a todas mis preguntas durante días. Me ayudó muchísimo y por ello voy a pasar a describir los detalles de mis dos estancias en el paraíso del yodo. Porque si tú o alguien de tu familia vais a pasar por algo similar, es importante que conozcáis qué pasa ahí dentro para poder afrontarlo con mayor calma y tranquilidad.

Allá va_

(*Antes de nada aclaro que he recibido este tratamiento en dos ocasiones en dos hospitales distintos y que hay ciertas cosas que difieren uno del otro).

Dieta

Para que el yodo haga efecto en tu organismo y “mate” todas las células tiroideas de tu cuerpo debes provocar un hambre voraz de yodo en tu organismo. Para ello tienes que hacer una dieta en la que no tomes nada que contenga yodo. En un hospital me dijeron que la siguiera dos semanas, en otro tres, y un endocrino privado me dijo que mejor un mes. Cada uno que decida… yo hago tres.

Son infinitos los alimentos que contienen yodo por lo que te dan una lista bastante larga con los que debes evitar. Fundamentalmente nada que contenga leche (solo puedes tomar un par de dedos al día) ni que provenga del mar. También limita la cantidad de algunas verduras y huevo. Por supuesto nada que contenga sal yodada.

Para evitarlo, intentaba comer casi siempre en casa. Cocinaba todo lo que podía con mi sal no yodada (compré una buena en El Corte Inglés por si acaso) y llevaba mi salero en el bolso por si salía a comer fuera, poder salar un poco la comida. Quedaba un poco raro pedir algo que no contuviese sal y luego sacar mi salero del bolso, pero al final una se acostumbra.

Hipotiroidismo

Después de la dieta, que va fenomenal si quieres perder un poco de peso después del verano o Navidades, viene el momento del Tyrogen. El Tyrogen es una medicación que te produce un hipotiroidismo a lo bestia. Antes, los pacientes debían dejar la medicación durante semanas y me consta que lo pasaban muy mal. Afortunadamente ahora es mucho mejor. Un par de pinchazos dos días antes del ingreso y listo, tus niveles de TSH por los suelos.

Una vez tu cuerpo está sediento de yodo toca la tercera parte del tratamiento: la toma de la pastilla y el ingreso.

Ingreso

Una vez te acomoda la enfermera en la habitación comienza el “retiro espiritual”.

La cápsula que contiene el yodo la traen metida en un compartimento de plomo. No la puedes tocar, tienes que meterla en un vaso y de ahí a la boca. A los pocos minutos ya vienen con un medidor de radiación que empieza a pitar al acercarse a ti comprobando que efectivamente funciona: ¡ya eres radioactiva!

Ahí es cuando tienes que comenzar a hacer uso de el “Kit de entretenimiento” que hayas llevado contigo. Yo me llevé el portátil lleno de series y pelis, libros, pasatiempos y algo de costura.

La primera vez la tele no iba y claro, nadie iba a entrar a ese búnquer radioactivo a arreglarla. Menos mal que Dios inventó Netflix y plataformas varias que me ayudaron.

Es muy importante beber mucha agua ya que la radiación se elimina por los fluidos: orina, saliva, sudor… así que me pasé todo el tiempo abrazada a la botella. Tenía que tener cuidado porque el yodo te afecta al estómago y te puedes encontrar regular, así que iba bebiendo hasta que me dolía la tripa. Cuando se me pasaba, otra vez.

La segunda vez, dos noches antes estuve en urgencias porque me dio una gastrointeritis terrible y no paraba de vomitar. No toleraba ni el agua. Entré en pánico porque pensaba que no me iba a poder dar el yodo pero después de un pinchazo de primperán y un par de bolsas de suero conseguí recomponerme y pude ingresar. Por ello me encontré regular del estómago (el yodo tampoco ayudó) y apenas comí los días de ingreso. La primera vez en cambio no noté ningún efecto estomacal. De hecho, no paré de comer en todo el día todo tipo de chucherías, bocadillos y guarradas varias que me traía A.

La habitación del primer hospital era como una habitación al uso pero con una peculiaridad: que estaba en el subsuelo, por lo que no había ventanas. Y por supuesto, estaba aislada y eso sí, nadie te molesta. Hay una quietud y un silencio que da hasta algo de cosa.

Como la experiencia no fue muy agradable, la segunda vez busqué una “Habitación con vistas”. Y como a cabezona no me gana nadie, la encontré.

Como nadie entra a la habitación, tienes una cámara apuntando a la cama que controlan las enfermeras. Así que cuidado con lo que haces: no puedes rascarte en ningún lugar indebido o hurgarte la nariz con libertad porque te da la sensación de estar en una especie de “Gran Hermano” en el que alguien está mirándote. Realmente yo pienso que nadie mira a no ser que llames al timbre o algo, las enfermeras seguro que tienen mil cosas mejores que hacer que estar ahí mirándote a ti, pero tener una cámara apuntándote no deja de ser raro.

Las enfermeras entran en la habitación solo para dos cosas:

  1. Medirte la radiación para ver si la estás expulsando y a qué ritmo.
  2. Entregarte la comida.

Cuando entran, a no ser que te lo digan, te tienes que poner en una esquina de la habitación o incluso dentro del WC para que no se acerquen a ti. En el hospital 2, como la habitación era bastante más pequeña, tenía que meterme en el baño sí o sí.

En mi primera experiencia entraban a un pasillo de la habitación y las veía a través de una especie de biombo plomado.

Detrás de ese biombo es donde se ponía A cuando venía a verme. Una vez al día y solo 15 minutos. Era el mejor momento del día.

En mi segunda experiencia tenía una ventana al pasillo por lo que mi Hermana #2 y mi tía vinieron a verme y podían estar más rato y sin distancia.

Después de 48 horas me dejaron salir y volver a casa con un listado de mil medidas de seguridad que tenía que cumplir para no contaminar a mi familia. Entre ellas, la de no salir de casa.

Estuve 10 días sin poder acercarme a mis bebés, viéndolos a más de dos metros.

La primera vez estuve en casa siempre sin coincidir en habitación con ellos. La segunda, como ya tenían un año y medio, decidimos que lo mejor era que me fuera. Así que me fui a un hotel y visitaba a mis tías y primos cumpliendo las medidas de seguridad.

No hace falta decir que los eché muchísimo de menos.

De esta experiencia, que ya he vivido dos veces y que muy probablemente me toque una tercera próximamente, me quedo con una sensación: la del aire y el sol en la cara después de lo que parece una eternidad.

9 comentarios en «La terapia con Yodo Radioactivo (I-131)»

  1. Muchísimas GRACIAS por explicar todo tan claro y detallado…!! Se agradece muchísimo encontrar algo así!! Muchas gracias de nuevo y espero que te vaya genial!!

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